Ama a tu prójimo

Ama a tu prójimo

julio/agosto/septiembre 2015

– por Kathleen Haley

 ¿Cómo te has sentido últimamente? ¿Te has sentido feliz de estar vivo o ha habido alguna tristeza en tu corazón? ¿Te preguntas por qué? ¿Has hablado mal de alguien? ¿Sientes lástima por decir algunas verdades, o verdades a medias, fuera de lugar? ¿Tuviste una discusión con alguien que no se resolvió adecuadamente? ¿Estás guardando rencor por algo que alguien dijo sobre ti o que crees que se dijo por despecho?

Todas estas son preguntas que debes hacerte si te duele el corazón. ¿Te sientes un poco deprimido? Tal vez hayas lastimado a alguien al decir una palabra desagradable. O te han lastimado por algo que se ha dicho en tu contra.

Hay una cosa que puedes hacer para resolver la situación. Ve a la otra parte y habla sobre tus sentimientos. Lo sé, es algo muy difícil de hacer, pero tal vez, solo tal vez, la otra persona sienta lo mismo por ti. Esto es lo que el Señor requiere que hagas. No necesitas llevar esto en tu corazón. Con el tiempo, los sentimientos se enconan y se vuelven casi insoportables.

Cuando nuestros corazones están cargados de desánimo, disgusto, desconfianza y dolor, es difícil encontrar espacio para dejar entrar al Salvador. Él no puede morar donde existe el pecado. Albergar estos malos sentimientos simplemente le cierra la puerta a Dios. Estamos obligados a acercarnos a nuestros enemigos, pedirles perdón, amarlos y perdonarlos.

El Señor dice, “Yo, el Señor, perdonaré a quien yo perdone, pero de vosotros se requiere que perdonéis a todos los hombres” (Doctrina y Convenios 64:2e). Qué maravilloso consejo. Él está quitando el peso de nuestros hombros y está llevando la carga por nosotros. Se nos pide que lo dejemos en Sus manos capaces.

Pero a veces eso es algo muy difícil de hacer. Tenemos una tendencia a querer recoger la carga de nuevo y seguir llevándola. Si encontramos satisfacción con esta pesada carga y continúa creciendo en nuestro corazón, ¿qué espacio nos queda en nuestro corazón para el Salvador?

¿Cómo está tu corazón? ¿Es pesado con el descontento? ¿Tiene algo de odio? ¿Te ven como una persona feliz? Si no, ¿no es hora de que trates de aligerar tu carga buscando a la parte que te ha lastimado y hacer las paces con ellos, o al menos intentarlo? ¡Recuerda, es posible que ellos sientan lo mismo por ti! Al hacer esto, permitirás que el Espíritu del Dios vivo entre en tu ser y te traiga consuelo y paz. La profunda sensación de alegría que sentirás es un regalo del Padre Celestial. Vuestro paso será más ligero y vuestro espíritu se llenará a rebosar del verdadero amor de Dios.

Publicado en